Teatro Imperial de Compiegne

En 1866, el emperador Napoleón III decidió construir un nuevo teatro. Como Versalles, se trata de entretener a la corte que acompaña al soberano durante sus estancias en Compiègne. El Emperador eligió un lugar cercano al Palacio, precisamente en el que se encontraba el convento de las Carmelitas, inmortalizado por la obra de Georges Bernanos y la ópera de Francis Poulenc. El trabajo comenzó al año siguiente, cuando la Exposición Universal estaba en pleno apogeo.

El arquitecto se llama Auguste-Gabriel Ancelet. Nació en 1829 y murió en 1895. Primero alumno de Baltard, fue huésped de la Villa Medici. Entre sus diversos logros, destacan la fachada de entrada del Château de Pau y el Conservatorio de Artes y Oficios. Profesor de la Escuela de Bellas Artes, arquitecto del Gobierno durante el Segundo Imperio, la misión de Ancelet era vigilar el castillo de Compiègne. Muy naturalmente, tuvo que ser elegido para diseñar y construir el futuro Teatro Imperial. Para la construcción de este último se comprometió una suma de 1.371.000 francos oro. El edificio se eleva desde el suelo. Luego de completar sus partes exteriores, todos los oficios involucrados comienzan su desarrollo.

Así, el pintor Elie Delaunay crea una decoración destinada a adornar el techo circular de la habitación. Esta decoración nunca se configurará. El 19 de julio de 1870 estalló la guerra entre Francia y Prusia. El Teatro Imperial se convierte en una obra de construcción cuyo abandono, provocado por las circunstancias, parece en un principio temporal. Pero ocurre el desastre de Sedan. Ahora es el momento de las calamidades. Las posibilidades de ver la sala abierta en la corte algún día se han ido para siempre. El Segundo Imperio se llevó consigo su pompa y entretenimiento.

Por tanto, la obra del arquitecto Ancelet permanece inacabada y sin vida. Sin embargo, es una obra arquitectónica de gran interés. El Teatro Imperial se distingue ante todo por sus singulares dimensiones. Su apertura escénica de 13 metros lo convierte en el equivalente al Théâtre du Châtelet. Ancelet también utilizó un atrevido sistema de construcciones metálicas para las partes superiores del edificio. Aunque particularmente representativo de la estética del Segundo Imperio, el teatro no puede ocultar conexiones directas que son tan originales y fuertes entre sí: el Teatro Olímpico dirigido por Palladio en Vicenza, el Teatro Margravine en Bayreuth, los logros de Gabriel o Claude-Nicolas Ledoux.

Finalmente, excepcional por su volumen y arquitectura, el Teatro Imperial también es excepcional por sus cualidades acústicas. Todas las personalidades del mundo de la música que lo visitaron quedaron asombradas y admiradas. Así, el célebre director de orquesta Carlo-Maria Giulini considera que la sala "es una de las más perfectas del mundo, más lograda que la del Musikverein de Viena, pero el punto de referencia en el campo".

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